Dominika Arseniuk, directora del Consejo Noruego para Refugiados – NRC en Colombia
La escuela es el escenario de crecimiento de niños, niñas y adolescentes y en varias ocasiones se convierte en su único espacio protector. Promover un retorno seguro, voluntario y bajo condiciones de bioseguridad debe ser una prioridad para disminuir el impacto de la pandemia sobre el aprendizaje de la niñez en Colombia.
La pandemia por COVID-19 ha tenido un fuerte impacto en la deserción escolar. Según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), casi 160.000 estudiantes han tenido que retirarse de las instituciones educativas en el 2020, este mismo año se registraron 294.000 matrículas menos que en 2019.
Muchos estudiantes dejaron los libros para trabajar y ayudar a sus familias afectadas económicamente en la pandemia. El impacto sobre la educación ha sido igual de preocupante en las comunidades vulnerables de las ciudades y en las zonas rurales remotas afectadas por el conflicto armado.
Donde la educación entra en pausa los riesgos para los niños, niñas y adolescentes aumentan.
En promedio, 3 de cada 5 niños y niñas provenientes de Venezuela desescolarizados no saben leer o escribir, según la identificación hecha por NRC en las zonas fronteriza entre Colombia y Venezuela. En el 2020, más del 40% de niños y niñas identificados ya estaban sin acceso escolar a causa del conflicto armado (reclutamiento, presencia de artefactos explosivos, desplazamiento forzado), falta de oferta educativa para extra-edad, carencia de docentes y falta de documentación.
9 de cada 10 niños, niñas y adolescentes provenientes de Venezuela no cuenta con un computador, tableta o acceso a internet lo que interrumpe su aprendizaje. A pesar de las múltiples adaptaciones de la educación virtual, son innegables las consecuencias que trae la pandemia en la salud emocional de niños y niñas que aún estudian, las dificultades de cuidadores, madres y padres de familia para acompañar el aprendizaje y el reducido contacto con docentes y otros estudiantes que disminuye el interés en aprender.
La priorización de las instituciones de educación superior en la tercera etapa del Plan Nacional de Vacunación contra la COVID-19 anunciado por el Gobierno Nacional es un gran avance. Sin embargo, es necesario priorizar la vacunación de todo el personal educativo en el país.
Mantener cerradas las puertas de las escuelas está aumentando brechas de aprendizaje, generando efectos emocionales como ansiedad, estrés o depresión y dificultando que la infancia maneje sus emociones y resuelvan conflictos.
Desde el proyecto financiado por Education Cannot Wait nos sumamos a la prioridad de promover protocolos rigurosos de bioseguridad en las escuelas, infraestructura adecuada y comportamientos de higiene que proporcionen un regreso seguro, voluntario y feliz para los niños, niñas y adolescentes a la educación.